Prefacio

 

El propósito general de este libro  es retratar la Soberanía de Dios en la historia. Si se alcanza esa meta, deben concluir la lectura de este libro diciendo: "¡Qué gran Dios tenemos!" o, como diría Pablo, ¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! (Romanos 11:33)

Mi propósito secundario es darle una visión general de la estructura de la historia vista desde una perspectiva bíblica. Todo tiene un orden. Nada sucede por accidente. Los hombres no determinan la historia; Dios lo sabe. Las naciones se elevan y caen de acuerdo con Sus decretos, como cuando Nabucodonosor descubrió el camino difícil en el cuarto capítulo de Daniel. Ningún monarca está por encima de la Ley de Dios, ni puede soportar el juicio irreversible de Dios cuando ha llegado el día de su visita.

Un tercer propósito —y ciertamente no el menos importante— es inculcar en tu corazón un ardiente deseo de conocer más a Dios, de estar más plenamente conforme a Su Imagen y Semejanza, y de captar la visión de la Fiesta de los Tabernáculos.

Hoy estamos en el umbral de la Era de los Tabernáculos. La Era de la Pascua comenzó con el éxodo de Israel de Egipto el día de la Pascua y terminó en la Cruz. La Edad de Pentecostés comenzó en el segundo capítulo de Hechos y término 40 Jubileos más tarde, el día de Pentecostés, el 30 de mayo de 1993. Ahora estamos en la transición a la gran Era de los Tabernáculos, que durará mil años. Es el gran Año de Descanso, el Milenio de Reposo, durante el cual habrá un Remanente Vencedor que ejercerá gran autoridad en la tierra, cuya Palabra reflejará plenamente la Mente de su Padre celestial. (Véase el Apéndice C.)

Espero que seas retado e inspirado a procurar impulsar ese lugar de plena filiación como hijos e hijas espirituales, dejando atrás lo que hemos visto y conocido en el pasado, mirando sólo a Jesús, el Autor y Culminador de nuestra fe.

— Dr. Stephen E. Jones,  17 de abril de 1996.