Capítulo 8
Venga Tu Reino
Mostramos antes de que la sucesión de imperios babilónicos se le fue dado el Pagaré en torno para ver quién, si alguien, produciría los frutos del Reino. Como mostramos, todos ellos fracasaron. Últimamente, el “fruto” que Dios requiere es el dar a luz el Hijo Varón, el cual es el hombre perfecto en la imagen de Dios.
Jesús fue el Hijo Varón original, el Hijo Modelo para el resto de los Hijos de Dios. Hay solo una manera de producir los Hijos de Dios. Es a través de los tres principales pasos que están puestos en los tres principales días de fiesta de Israel: Pascua, Pentecostés y Tabernáculos.
Para una persona guardar la Pascua, no es requerido que él mate un cordero y ponga la sangre en los postes de la puerta, como solía hacer bajo Moisés. El requisito de Dios es que él sea justificado por fe en la sangre del verdadero Cordero (Jesús). Para una personal guardar Pentecostés, ya no le es requerido que le sea dado a Dios dos panes. En vez de eso, desde Hechos 2, Pentecostés es experimentado por ser llenado del Espíritu–es decir, llenado a la capacidad de uno. Desgraciadamente, sin embargo, nuestra capacidad bajo Pentecostés es sólo disponible en tener “las arras [garantía] del Espíritu” (2 Corintios 1.22, 5.5, y Efesios 1.14).
La última fiesta es Tabernáculos o la fiesta de las Enramadas (Cabañas). Bajo esta fiesta, uno es llenado con toda la llenura de Dios (Efesios 3.19). Para guardar Tabernáculos, uno ya no necesita dejar su casa y construir una cabaña hecha de ramas. En vez de eso, uno tiene que dejar la “casa terrenal de este tabernáculo” (2 Corintios 5.1) y entrar en el cuerpo glorificado, el tabernáculo que no es “una casa hecha con manos”. Cuando nosotros recibamos ese tabernáculo, va a ser el cuerpo inmortal (2 Corintios 5.4), pintado por Moisés como un tabernáculo hecho de ramas vivas.
Esto es lo que Dios ha deseado desde el principio. Pero hasta ahora, ninguna de las naciones que se le ha dado ese divino mandato (“Pagaré”) ha presentado a Dios lo que Él desea y demanda. Todos han fracasado, empezando con Israel bajo la unción de Pascua. Su fracaso, por supuesto, resultó en la orden de la Corte Divina de dar el Pagaré a otra nación en la gran sucesión de los imperios.
Pero el fracaso también incluye la Iglesia bajo su unción Pentecostal. Estaba sentenciada a fracasar, simplemente porque era una fiesta leudada (Levítico 23.17) y por lo tanto corruptible. La iglesia romana era la porción de hierro de los pies de la imagen de Daniel. La porción de barro de los pies son las naciones islámicas a quienes también se les dio control sobre Jerusalén a través de los siglos pasados. Como la iglesia romana, el Islam no ha producido a ninguno a la imagen de Dios.
La sucesión babilónica de imperios actualmente acabó en 1948, lo cual fue el fin de 8 x 414 años desde la primera cautividad de Israel al rey de Mesopotamia (Jueces 3.8-10). Ver FFI #212 con fecha marzo 2006. El año de 1948 hubiera sido el final de una larga noche de dominio babilónico—excepto por un “cabo suelto o fleco” que Dios tenía que resolver. Era el asunto de Esaú reclamar la primogenitura.
Así, en 1948 el estado israelita vino a ser, una añadidura a la historia babilónica, para permitirle a Esaú recibir la primogenitura y el Pagaré. Ellos, también, se les tuvo que haber dado tiempo para probarse ellos mismos como un fracaso, como todas las otras naciones antes que ellas.
Pero entonces en 1993, la era de Pentecostés acabó después de 40 Jubileos de historia. (Ver mi libro, El Trigo y Asnos de Pentecostés [ The Wheat and Asses of Pentecost ]). Éste fue el último fin de los pies de hierro de la imagen de Nabucodonosor, y coincidió con el fin de los 46 años permitidos al estado israelita para construir su “templo de Herodes”. El año 1993 fue un muy importante punto decisivo—el comienzo del fin de Babilonia, y el primer comienzo del reino de los vencedores.
El tiempo de los Vencedores había llegado al último, y Dios se empezó a mover en una nueva manera para tomar el Reino y su Pagaré del estado israelita y darlo a la nación quien va en verdad a producir los frutos de él (Mateo 21.43).
Sin embargo, hemos visto que hubo unos 7 1/2 años de transición de la autoridad antes de que los vencedores pudieran realmente empezar a ejercitar completa autoridad en el Reino. Este momento llegó el 30 de noviembre de 2000. A ese punto, las siete copas empezaron a ser derramadas sobre los pies de todo el sistema babilónico. En alguna manera este se correlaciona con la piedra golpeando los pies de la imagen (Daniel 2.34). Tal vez podamos ver los efectos de esto en el año de la séptima copa (octubre 2006-2007).
Yo sé, claro, que todas las otras religiones y todas las otras naciones están en desacuerdo con mi análisis. Cada uno de ellos piensa que son llamados divinamente a traer justicia en la tierra. Cada uno de ellos cree que su propia manera, religión o nación es, de alguna manera, el verdadero Reino de Dios.
Todo lo que puedo decir es que el tiempo va a probar todas las cosas. Cuando los verdaderos Hijos de Dios sean manifestados en el mundo, va a ser muy difícil argumentar contra de los hechos claros. Pero el mundo no tiene nada que temer de ellos, porque los vencedores no son dados a violencia o fuerza. Ellos van a estar llenos del amor de Dios y van a venir, no como gobernadores, sino como siervos, aun como Jesús vino a servir en vez de ser servido. Van a ser como Jesús, no como Barrabas. Jesús vino a sanar a la gente, no ponerlos en cautividad.
El Mesías de los vencedores no va a venir como un gran General. Él no va a venir con una espada para matar a todos esos quienes se le oponen. Su espada será la “Palabra de Su boca”, la cual va a matar solo la carnalidad del hombre y su ignorancia—no sus cuerpos. Es la Espada del Espíritu, la cual divide el alma y el espíritu, en vez de separar la cabeza del cuerpo del hombre.
Dios ha escogido a muchos de cada nación para ser vencedores, así todas las naciones son representadas en este grupo (Apocalipsis 5.9). Dios va a usar éstos como los primeros frutos de la gran cosecha hasta que Apocalipsis 5.13 sea cumplido:
Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.
Esto es la restauración de todas las cosas que los profetas y apóstoles enseñaron a través de las Escrituras. Amen.