Capítulo 7: La Fiesta de Tabernáculos

Capítulo 7
La Fiesta de Tabernáculos

 

La fiesta de Tabernáculos (Sucot, "cabañas") había de ser guardada durante siete días, y luego ellos tenían una última ceremonia en la mañana del octavo día. La ley básica de esta fiesta se encuentra en Levítico 23:33-44. Versículo 39 clasifica los primero y octavo días como días de reposo [santa convocación].

Durante esta semana, las personas de Israel debían cortar ramas de árboles y construir cabañas en que ellos acamparían durante siete días. Versículo 40 también específica que ellos debían "regocijar delante de Jehová".  

La razón declarada en los días de Moisés se da en versículo 43,

43 para que sepan vuestros descendientes que en tabernáculos hice yo habitar a los hijos de Israel cuando los saqué de la tierra de Egipto. Yo, Jehová, vuestro Dios.

Es significante que Israel dejó a Egipto de un lugar llamado Sucot (Éxodo 13:20). Por eso en su jornada a la Tierra Prometida, ellos debían morar en tabernáculos desde el principio hasta el fin de su jornada.

Esto tiene más de un significado. Primero, en respecto al resto de las fiestas, se muestra que cuando nosotros llegamos a ser creyentes por la fe en la sangre del Cordero--es decir, cuando nosotros dejamos a Egipto en nuestra propia experiencia de la Pascua--nosotros debemos tener como nuestra meta la experiencia de Tabernáculos.

Esta jornada, después de todo, no acaba en la Pascua, como algunos parecen pensar. Muchos cristianos "reciben salvación", y luego ellos se sientan, esperando ser arrebatados a la Tierra Prometida de la frontera de Egipto. No, la jornada acaba de empezar, y hay más de Dios para experimentar.

Otros de una persuasión pentecostal exhortan a la gente a seguir la "segunda obra de gracia", llamada el bautismo del Espíritu. En otros términos, ellos le exhortan a Israel que siga caminando al monte Sinaí, aquel lugar del primer Pentecostés donde Dios bajó como fuego y habló los Diez Mandamientos en el idioma de la gente. Esto es bueno, si la gente ve que el propósito de Pentecostés es escribir la ley en el corazón de uno por oír Su voz.

Pero monte Sinaí no es la meta de esta jornada. Es meramente el fortalecimiento de las arras del Espíritu para equipar Israel para entrar en la Tierra Prometida. Israel falló entrar en la tierra en el momento de la fiesta de Tabernáculos cuando ellos se negaron a entrar en Números 13 y 14. Su rechazo vino al "tiempo de las primeras uvas" (Números 13:20). En otros términos, esto significó el Jubileo en septiembre, pero el rechazo de la gente y falta de fe convirtieron ese Jubileo en un Día de Expiación, un día de duelo y ayuno.

Su problema era que ellos se habían negado a oír Su voz a Sinaí (Éxodo 20:18-21), y así sin el fortalecimiento de Pentecostés (oyendo Su voz y llevándose por el Espíritu), la gente no estaban provistas con la fe para entrar en la Tierra Prometida. Esto nos dice para ser vencedor y calificar por la primera resurrección, uno debe llevarse por el Espíritu y debe oír Su voz. "Lenguas" es uno de los dones del Espíritu, pero no es lo que califica a una persona. Es oír, no hablar, que califica a una persona.

Y la palabra hebreo shema, "oír", también quiere decir "obedecer". Sin aprender la obediencia, uno no está oyendo de verdad. Ver mi libro, Oyendo la Voz de Dios.

Si las personas hubieran declarado su fe en el Jubileo cuando los doce espías dieron su informe, ellos habrían entrado en la Tierra Prometida cinco días más tarde al primer día de Tabernáculos. Al pasar el arca del pacto, ellos hubieran recibido los cuerpos inmortales, y ellos hubieran conquistado los cananitas por la Espada del Espíritu dentro de una semana. ¿Qué cananita habría disputado con un ejército de inmortales con los cuerpos glorificados? Ellos habrían sometido alegremente a Josué (Yashua-Jesús).

Desgraciadamente, no resultó de esta manera. Israel tuvo que permanecer otro 38 años en el desierto (Deuteronomio 2:14) antes de entrar en Canaán, y cuando finalmente ellos entraron en la tierra, estaba en el momento justamente antes de la Pascua (Josué 4:19). No se les permitió entrar a Tabernáculos, porque ya el cumplimiento de esa fiesta tenía que esperar un día muy lejano en el futuro.

La gente debía morar en cabañas durante sus 40 años en el desierto para que ellos siempre guardaran la Tierra Prometida (la fiesta de Tabernáculos) en la mente como su meta. También, morando en las cabañas significó un lugar de morada temporal,  reconociendo que el desierto no era su herencia. Ni era su herencia cualquier lugar particular o manantial en el desierto. Si uno hubiera construido una casa en el desierto, él se podría haber negado a seguir cuando la columna de nube movió.

Este problema se manifiesta en la Iglesia hoy a través de "casas" sectarias que afirman que ellos son "la verdadera iglesia". Ellos han construido una casa en el desierto y han perdido la visión de la fiesta de Tabernáculos. Ellos piensan que de su "casa" la gente será arrebatada a la Tierra Prometida. Esto ha llegado a ser un sustituto para no seguir la columna de nube y llevarse por el Espíritu. Una vez los hombres han construido sus "casas" y se han fijado en ellas, es difícil para ellos escoger cuando la nube alza y mueve a otro lugar de revelación.

Las puertas y rejas de una casa pueden ser una protección excelente de lobos y viento y lluvia, pero esos mismos barrotes también pueden volverse fácilmente en una prisión. En esto mora el peligro, a menos que uno sepa obedecer a Dios en vez del hombre.

Pero volviendo a la fiesta de Tabernáculos en sí, es la fiesta de inmortalidad. Pablo hace esto claro en su comentario de Tabernáculos en 2 Corintios 5:1-4, donde él muestra que las "cabañas" realmente hechas de ramas vivas profetiza de ser vestido con la inmortandad. Nosotros ya no necesitamos ir acampando en las cabañas. Aquellos eran instrumentos de aprendizaje que hablaron de cosas mejores.

1 Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.

En otros términos, nosotros sabemos si nuestro cuerpo actual, mortal “casa" es demolida (es decir, si nosotros nos morimos), nosotros tenemos otra casa no hecha con manos que nos espera.

2 Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; 3 pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos.  4 Porque asimismo los que estamos en este [mortal] tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados [muerto], sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.

Pablo se refiere al cuerpo como una casa, una tienda (el tabernáculo) y ropa. Nosotros tenemos dos de ellos, un mortal y otro inmortal. El cual en que nosotros vivimos hoy es mortal; el cuerpo inmortal es reservado para nosotros en el cielo, así como las vestiduras sacerdotales se guardaban en las cámaras laterales del templo.

La fiesta de Tabernáculos es el tiempo designado cuando los hombres reciben esos cuerpos inmortales. Éstos no son dados cuando una persona muere. Cuando el espíritu de uno regresa a Dios, no tiene un cuerpo inmortal. Es espíritu, no cuerpo. Necesita ropa. Y además, el espíritu no tiene la necesidad por la inmortalidad, porque la Biblia nunca dice que el espíritu se muere. Nosotros necesitamos un CUERPO inmortal. La "Tierra Prometida" no es ningún cielo por sí, sino un cuerpo glorificado como Jesús tenía después de Su resurrección.

El primer día de Tabernáculos es el punto donde el cuerpo inmortal es dado como vestidura sacerdotal para "vestir" el espíritu de uno con un nuevo tipo de carne espiritual. El propósito de este cuerpo es para que el espíritu pueda atender al resto de las personas en la tierra que necesita ministerio durante los próximos mil años.

Pero esta fiesta es de siete días completos en duración con un final octavo día de reposo. ¿Por qué? Porque mientras nosotros estamos en este cuerpo mortal, nosotros estamos "tocando un cuerpo muerto". Esto requiere siete días de purificación (Números 19:11) después de entrar en la inmortalidad antes de que nosotros podamos presentarnos legalmente al Padre en la mañana del octavo día de Tabernáculos.

La ley es profética, porque revela el plan divino e incluso el tiempo de estos eventos, para que nosotros podamos preparar nuestros corazones.